Érase una vez, un anciano leñador que tenía tres hijos. El más
pequeño de los tres se llamaba “Tontín”, y sus hermanos lo despreciaban porque
era muy lento para el trabajo.
Un buen día, mientras el más grande y fuerte de los hijos del
leñador se encontraba talando en el bosque, apareció de repente un anciano
vestido con harapos que suplicaba por un sorbo de agua y un poco de comida.
“De mi parte no recibirás nada, anciano inútil. Apártate” – le
gritó el jovenzuelo y continuó su trabajo talando los árboles. Entonces, el
hombre canoso le lanzó una maldición y desde lo alto cayó una rama pesada que
fue a parar a la cabeza del joven leñador.
Al llegar a casa, adolorido y triste, el más grande de los hijos
del leñador le contó lo sucedido al hermano mediano, y este salió camino hacia
el bosque para continuar con el trabajo. Horas después, apareció en el mismo
lugar el débil anciano, y al pedir por un poco de comida y un sorbo de agua, el
muchacho le respondió:
“No le daré nada, viejo decrépito. Apártese a un lado”. Y
nuevamente, el hombre canoso lanzó una maldición sobre el muchacho, quien
recibió un fuerte golpe en la cabeza por una rama desprendida de los árboles.
Con tan mala suerte, el hermano mediano regresó a casa y como no
quedaba nadie para trabajar, Tontín decidió terminar de talar los árboles, y
partió a toda velocidad hacia el bosque. Al llegar al lugar, el anciano
apareció entre los árboles para pedir un poco de agua y comida, pero Tontín no
lo pensó dos veces y aceptó compartir su comida con aquel hombre debilucho.
Para recompensarlo, el anciano le regaló nada menos que un ganso de oro.
Alegre por su regalo, Tontín partió hacia la cabaña para
reunirse con su padre y sus hermanos, pero como era de noche, decidió
refugiarse en una pequeña posada en el medio del bosque. En aquel lugar, vivía
un posadero con sus tres hijas, las cuales, al ver llegar a Tontín con su ganso
de oro quisieron aprovecharse y robar las plumas de oro del animal.
La mayor de las muchachas, esperó entonces a que Tontín se
quedara dormido, y entró en el cuarto sigilosamente buscando el ganso de oro.
Sin embargo, cuando por fin puso sus manos sobre el animal, quedó pegada
irremediablemente a él sin poder escapar. Así lo hicieron las otras dos
hermanas, quedando pegadas una detrás de la otra.
A la mañana siguiente, Tontín emprendió su camino de regreso a
casa, sin darse cuenta que las muchachas se arrastraban con él, pegadas al
ganso de oro. Durante el trayecto, un granjero quiso ayudarlas, pero este
también quedó pegado al animal sin poder zafarse. La esposa del pobre hombre
decidió entonces hacer algo por su marido, pero tan pronto lo tocó se quedó
enganchada de la fila.
El perro de la esposa, al ver a su ama arrastrándose por el
suelo, trató de ayudarla agarrándola por los tobillos, pero tanto el pobre
animal, como el gato de la granja y tres pollitos quedaron inútilmente pegados,
justo detrás de la mujer, el granjero y las tres hijas del posadero.
fin
N:
de página de libro
Autor:Huasco Carrasco Rubén
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